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Del papel moneda a la irrupción de lo intangible: "La confianza en los pagos del futuro"


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La historia del dinero, es en resumen, la historia de la confianza. Durante siglos, el valor de las cosas ha viajado de manera tangible entre manos y en distintos formatos: metales preciosos, papel moneda respaldado por gobiernos, y hoy como impulsos digitales que cruzan el planeta en microsegundos. Lo fascinante es que, cada vez que el dinero cambia de forma, también cambia nuestra forma de relacionarnos con él y nuestros hábitos de consumo.


En el siglo XI d.C. tuvo lugar una revolución que cambiaría el rumbo del dinero. La

Dinastía Song perfeccionó los recibos de depósitos de metales preciosos al convertirlos en papel moneda oficial respaldados por el Estado.


Aquella decisión eliminó la fricción de mover oro o cobre y cimentó la confianza en las monedas. Desde entonces, el dinero en todas sus formas, tarjetas de crédito, wallets

digitales, biometría; han seguido la lógica de hacernos olvidar el acto de

intercambiar dinero.


Hoy en Panamá estamos entrando en la era de los pagos invisibles: pasamos de

sacar una billetera a solo acercar el teléfono. Desde 2023, el Metro acepta pagos

con tarjetas contactless y Apple Pay; Google Pay se sumó en 2024, y este año los

usuarios podrán recargar su tarjeta de Metro y Metrobús con Yappy desde la app

A2-20. Esta evolución tecnológica abre nuevas oportunidades para la inclusión

financiera, permitiendo que más personas accedan a servicios digitales seguros y

participen plenamente en la economía moderna.


El resultado es contundente: entre 2022 y 2024, las recargas sin contacto en el

Sistema de Transporte Público crecieron un 140%, y hoy más de una cuarta parte

se hacen en línea. Pero este avance en la manera cómo pagamos en todos los

momentos de nuestra vida nos plantea una paradoja: a medida que el pago

desaparece, la confianza debe multiplicarse.


Reforzar la confianza en los pagos intangibles


La disyuntiva entre sistemas centralizados como los bancos centrales, a los

descentralizados como criptomonedas refleja esa tensión: ¿confiamos en el

Estado o en la red? En este contexto, los negocios deberán navegar riesgos como

la privacidad de datos biométricos, el fraude digital o la exclusión tecnológica de

sectores de la población por falta de conocimiento o recursos, al tiempo que

aprovechan oportunidades de lealtad, inclusión y nuevos modelos basados en

datos y ecosistemas integrados.


La clave estará en garantizar que esta evolución hacia lo invisible no deje atrás a

nadie: que el progreso en los medios de pago también sea un puente hacia la

inclusión financiera y la equidad digital.


Un adelanto de ese futuro ya se vive en Asia, donde plataformas como WeChat y

Alipay han transformado la experiencia de pago en algo casi imperceptible. Basta

con enviar un mensaje, escanear un código QR o autorizar con reconocimiento

facial para comprar, dividir cuentas, pagar servicios o incluso invertir, todo dentro

de una misma ‘super app’. Este nivel de integración redefine la relación entre el

usuario, el dinero y el ecosistema digital.


En 50 años, el pago será un proceso invisible que ocurrirá en segundo plano, tan

natural como respirar. La próxima gran disrupción no será qué usamos para

pagar, sino cómo lo hacemos. El desafío para las empresas no es solo innovar, sino

diseñar experiencias donde el pago desaparezca y la confianza permanezca.

Porque si el dinero siempre ha sido confianza codificada, el futuro pertenece a

quienes sepan volverla invisible sin que deje de sentirse segura.

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